
Mercedes Pérez del Prado
Doctora Arquitecta, Profesora Titular
A lo largo de mi trayectoria profesional como arquitecta-profesora, profesora-arquitecta, siempre he perseguido crear espacios para la Vida –con mayúsculas- para la/s persona/s. Espacios para el encuentro, consigo mismo y con los demás, con la naturaleza y con el lugar. Espacios que acojan y potencien la vida. Arquitectónica y humanamente. Para ello he procurado transitar el camino de la cercanía, el silencio y la escucha. A solas y en compañía de mis alumnos. En mi estudio y en la escuela.
La propuesta “A cielo abierto”, presentada en el Concurso de Ideas para el realojo de chabolistas en Torre Perdigones, es una muestra de ello.
“El proyecto comienza en la mirada”, así se inician muchos de mis escritos, casi un mantra…y, seguidamente matizo, mirada(s): sensibilidad, razón y empatía. Como docente, toda mi investigación y actividad gira en torno a ellas. Fomentarlas y conjugarlas, poniendo el énfasis en una u otra según la asignatura. Suscitar procesos, procesos personales.
Desde hace unos años, quiero poner el acento en la mirada que contempla, la mirada sensible; me parece primordial en esta cultura nuestra de prisas y eficacias -a veces tan superficial- que surja en los alumnos; que se paren y paladeen, primero; que busquen y escudriñen, después. Propiciar diversas situaciones que desencadenen procesos creativos, como la construcción de una cartografía personal. Sin duda alguna, es en la naturaleza, en el paisaje donde mejor podemos ensayarla.
En la publicación Proceso(s). Del lugar al Museo se aborda una de estas actividades, que culminó con la exposición Río Guadaíra. Apropiación de un lugar. Mirada(s), proceso e intención (catálogo en publicación).
Asimismo, me interesa la docencia y la reflexión sobre el Taller. Creo que es el marco ideal para desarrollar una mirada abierta a la diversidad, a la realidad, a las personas concretas. El taller como lugar de encuentro e integración. De experiencias, de saberes, de personas.
Tal vez todo esto tenga algo que ver con mi raíz sanluqueña, con la playa de La Jara. Un lugar muy singular con el Coto de Doñana a un lado y el mar abierto al otro. Una bajamar que cada día te sorprende con un paisaje diferente: arena, lagunas, charcos, surcos; piedras, algas, verdina; reflejos, destellos, color; primeras luces, atardeceres, lubricán… marea alta. Contemplarla es un regalo.

